URIBANA EL TREBLINKA VENEZOLANO
Por: Juandemaro Querales
Hablar del Sistema Penitenciario
Venezolano y su eterna crisis, es ya un lugar común, caracterizado por lo
horroroso y dantesco del estado en que funcionan los 34 penales con que
contamos. La violación de los Derechos Humanos y el abandono del Estado a esta
infraestructura. Dejando su control y gobierno a bandas organizadas al estilo
Maras Centroamericanas; las cuales han puesto su granito de arena para desmontar las estructuras sociales y
políticas de la República.
Cuando Iris Varela fue nombrada
Ministra de Asuntos Penitenciarios, dice la leyenda que el Presidente Hugo
Chavez, le recomendó pedirles consejos y asesoramiento a Elio Gómez Grillo y a
Humberto Prado, autoridades en la materia, con Premios y reconocimientos de las
Naciones Unidas a su brega de toda la vida. Pero no había concluido el acto de
asunción de la nueva cartera ministerial, cuando la llamada Comandante
“fosforito”, instaura un modelo inédito en el mundo, dejarle las cárceles a los
presos mediante la estructura delincuencial de los Pranes. Llenando de sangre y
terror a la población carcelaria, a la sociedad entera que no esta exenta de
caer en las ergástula, en frase de Chío Zubillaga y José Rafael Pocaterra, de
un Sistema primitivo solo comparado a las prisiones de las antiguas Repúblicas Soviéticas
del Asia.
El Ministerio de Asuntos
Penitenciarios, no tiene ninguna diferencia con el del régimen gomecista,
pintado con lujo de detalles por uno de los presos más famoso, en la primera mitad
del siglo XX: José Rafael Pocaterra y su obra fundamental Memorias de un
Venezolano de la Decadencia. El carcelero y verdugo Nereo Pacheco, denunciado
por el escritor valenciano, habita en cualquiera de los penales venezolanos de
la actualidad. Como sus reos vestidos de amarillo y rosado, corriendo entre los
pabellones ratas, perros y gatos; como en las películas se hacen el Hara Kiri en
la enfermería con un coctel de fármacos hundidos en alcohol absoluto. Tan solo
falta el grillo lecunero en los tobillos. En su lugar están las armas de la República
apuntando a sus cabezas, ahora en manos de Pranes y Luceros, cuyos nombres son
apodos que nos recuerdan los que llevaban los miembros de las partidas y mesnadas
del siglo XIX. El chingo, el oriental, y el niño caballero.
Iris Varela y su siniestro
Ministerio de Asuntos Penitenciarios, con su semejanza con los Campos de
Exterminio Nazi, pasaran a la historia como un periodo condenable, donde a los
venezolanos los obligaron a moverse en oleadas por el territorio, aterrorizados
por bandas de criminales, como en Colombia y México. En dos palabras en una
sociedad en transición, siempre buscando el punto omega de este desbarajuste
desatado hace tres lustros de autoritarismo militarista.
Diciembre de 2014
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