jueves, 4 de diciembre de 2014

ANÁLISIS SOBRE LA CRISIS CARCELARIA



URIBANA EL TREBLINKA VENEZOLANO


Por: Juandemaro Querales
Hablar del Sistema Penitenciario Venezolano y su eterna crisis, es ya un lugar común, caracterizado por lo horroroso y dantesco del estado en que funcionan los 34 penales con que contamos. La violación de los Derechos Humanos y el abandono del Estado a esta infraestructura. Dejando su control y gobierno a bandas organizadas al estilo Maras Centroamericanas; las cuales han puesto su granito de arena  para desmontar las estructuras sociales y políticas de la República.
Cuando Iris Varela fue nombrada Ministra de Asuntos Penitenciarios, dice la leyenda que el Presidente Hugo Chavez, le recomendó pedirles consejos y asesoramiento a Elio Gómez Grillo y a Humberto Prado, autoridades en la materia, con Premios y reconocimientos de las Naciones Unidas a su brega de toda la vida. Pero no había concluido el acto de asunción de la nueva cartera ministerial, cuando la llamada Comandante “fosforito”, instaura un modelo inédito en el mundo, dejarle las cárceles a los presos mediante la estructura delincuencial de los Pranes. Llenando de sangre y terror a la población carcelaria, a la sociedad entera que no esta exenta de caer en las ergástula, en frase de Chío Zubillaga y José Rafael Pocaterra, de un Sistema primitivo solo comparado a las prisiones de las antiguas Repúblicas Soviéticas del Asia.
El Ministerio de Asuntos Penitenciarios, no tiene ninguna diferencia con el del régimen gomecista, pintado con lujo de detalles por uno de los presos más famoso, en la primera mitad del siglo XX: José Rafael Pocaterra y su obra fundamental Memorias de un Venezolano de la Decadencia. El carcelero y verdugo Nereo Pacheco, denunciado por el escritor valenciano, habita en cualquiera de los penales venezolanos de la actualidad. Como sus reos vestidos de amarillo y rosado, corriendo entre los pabellones ratas, perros y gatos; como en las películas se hacen el Hara Kiri en la enfermería con un coctel de fármacos hundidos en alcohol absoluto. Tan solo falta el grillo lecunero en los tobillos. En su lugar están las armas de la República apuntando a sus cabezas, ahora en manos de Pranes y Luceros, cuyos nombres son apodos que nos recuerdan los que llevaban los miembros de las partidas y mesnadas del siglo XIX. El chingo, el oriental, y el niño caballero.
Iris Varela y su siniestro Ministerio de Asuntos Penitenciarios, con su semejanza con los Campos de Exterminio Nazi, pasaran a la historia como un periodo condenable, donde a los venezolanos los obligaron a moverse en oleadas por el territorio, aterrorizados por bandas de criminales, como en Colombia y México. En dos palabras en una sociedad en transición, siempre buscando el punto omega de este desbarajuste desatado hace tres lustros de autoritarismo militarista.
Diciembre de 2014


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