UN OASIS DE RECUERDOS
MON MELÉNDEZ
“Donde está el dolor, está el valor” *
William Villanueva.
Carora y sus calles coloniales al desperezarse con su refulgente sol es la Carora del trabajo, de la dura brega del parroquiano. Esta vieja pero pujante comarca que se adentra al nuevo milenio ha visto el trabajo laborioso de sus hijos. Algunos que de pronto en su tránsito la han adoptado como su terruño definitivo agradecen al cielo este paraíso terrenal. De esta extirpe, de brava “raza” hecha de coraje y tesón para paradigma de futuras generaciones se ha ido construyendo la ciudad, la que un visionario de su tiempo: Don Chío Zubillaga la predijo al impartir sus sabias lecciones a sus discípulos, hablándoles de París, de Europa, de las grandes metrópolis. El sobrado desempeño del caroreño convierte a la apacible ciudad en un emporio comercial en el que un pequeño capital, la creatividad y las ganas de servir ponen de manifiesto nuestra idiosincrasia. De esta indómita estirpe fue Pablo Ramón Meléndez Herrera, Mon Meléndez para sus más allegados, con cuya figura estas líneas se convierten en un oasis de recuerdos. Nació Don Ramón Meléndez un 8 de Agosto de 1.908 en el Caserío El Cují, Parroquia Chiquinquirá a pocos kilómetros de Aregue en un honorable hogar conformado por el señor Juan Meléndez y Ponciana Herrera de Meléndez, un hogar cristiano inspirado en los más hermosos valores humanitarios, en cuyo seno crecieron además sus hermanos: Juan Bautista, Rosa, Rosario, Flor, Evangelina, Nicolás, Lourdes, Luis José, Rafael, Carmen. Desde pequeño ayuda en las duras faenas del campo que lo curtirán como hombre de trabajo. Ya de 14 años trabaja con más ahínco, se preocupa en extremo por su familia de la que se va convirtiendo en pilar fundamental. A raíz de la enfermedad de Don Juan Meléndez, su padre, se residencian en Aregue. Aquel trajinar el ir y venir a pie desde el Cují queda atrás para él. Pero sigue en su corazón el terruño que lo vio nacer. Recordará las veces que su papá los ponía a rezar todas las noches antes de acostarse el habitual rosario con fe a la divina y amada Virgen Chiquinquirá, es tanta la fe que se venían todos los domingos, a pie desde el caserío a oír las misas en el sagrado templo. Los moradores del Cují los seguirán queriendo como tal, agradecidos de Don Juan quien cedió el espacio de su casa para que se oficiaren las primeras misas. Dicha fe la llevará siempre presente hasta su último aliento. Ya en Aregue atiende una pensión, vende comida, en su casa hacen pan para la venta, son tantos los quehaceres que realiza para lograr entre todos el sostenimiento del hogar. En 1.940 al casarse su hermana Carmen se viene a Carora, estableciéndose en Barrio Nuevo. Su espíritu de comerciante progresista no decae, al contrario se fortalece. En Barrio Nuevo abren una bodega y hará muchas amistades. Con Rodrigo Riera, Dimas el poeta y todos los que le conocen consiguen en él un gran amigo y un comerciante emprendedor, lo que le permite que sea conocido por don Pablo Arapé. Cuando el señor Arapé compra El Oasis empieza a trabajar con él. Paralelamente va haciendo inversiones propias logrando gracias a ese esfuerzo construir La Francia, lugar muy afamado de Carora. Luego comprará El Cine Bolívar, pero no obstante seguía trabajando con don Pablo Arapé por que manifestaba que quería mucho El Oasis. Cuando Don Pablo Arapé muere y ponen El Oasis en venta, reúne todos sus ahorros, quita prestado y lo compra. En sus relaciones amistosas cultiva amistad con Don Flavio Herrera y Don Octaviano Herrera a quienes tendrá como sus consejeros. ¿Cuál fue la calidad humana de Mon Meléndez?: Fue un ser extraordinario en su forma de ser muy solidario, muy apegado a sus seres queridos, familiares y amigos. Crió a su lado a muchas personas. Quienes acudían a él siempre se iban satisfechos con él. Un 26 de Abril de 1.999, fallece, a la edad de los 81 años, entregado a Dios y a la Virgen de Chiquinquirá, su amor más grande, y su gran devoción por San Antonio.
* Frase muy usada por Ramón Meléndez.
“Donde está el dolor, está el valor” *
William Villanueva.
Carora y sus calles coloniales al desperezarse con su refulgente sol es la Carora del trabajo, de la dura brega del parroquiano. Esta vieja pero pujante comarca que se adentra al nuevo milenio ha visto el trabajo laborioso de sus hijos. Algunos que de pronto en su tránsito la han adoptado como su terruño definitivo agradecen al cielo este paraíso terrenal. De esta extirpe, de brava “raza” hecha de coraje y tesón para paradigma de futuras generaciones se ha ido construyendo la ciudad, la que un visionario de su tiempo: Don Chío Zubillaga la predijo al impartir sus sabias lecciones a sus discípulos, hablándoles de París, de Europa, de las grandes metrópolis. El sobrado desempeño del caroreño convierte a la apacible ciudad en un emporio comercial en el que un pequeño capital, la creatividad y las ganas de servir ponen de manifiesto nuestra idiosincrasia. De esta indómita estirpe fue Pablo Ramón Meléndez Herrera, Mon Meléndez para sus más allegados, con cuya figura estas líneas se convierten en un oasis de recuerdos. Nació Don Ramón Meléndez un 8 de Agosto de 1.908 en el Caserío El Cují, Parroquia Chiquinquirá a pocos kilómetros de Aregue en un honorable hogar conformado por el señor Juan Meléndez y Ponciana Herrera de Meléndez, un hogar cristiano inspirado en los más hermosos valores humanitarios, en cuyo seno crecieron además sus hermanos: Juan Bautista, Rosa, Rosario, Flor, Evangelina, Nicolás, Lourdes, Luis José, Rafael, Carmen. Desde pequeño ayuda en las duras faenas del campo que lo curtirán como hombre de trabajo. Ya de 14 años trabaja con más ahínco, se preocupa en extremo por su familia de la que se va convirtiendo en pilar fundamental. A raíz de la enfermedad de Don Juan Meléndez, su padre, se residencian en Aregue. Aquel trajinar el ir y venir a pie desde el Cují queda atrás para él. Pero sigue en su corazón el terruño que lo vio nacer. Recordará las veces que su papá los ponía a rezar todas las noches antes de acostarse el habitual rosario con fe a la divina y amada Virgen Chiquinquirá, es tanta la fe que se venían todos los domingos, a pie desde el caserío a oír las misas en el sagrado templo. Los moradores del Cují los seguirán queriendo como tal, agradecidos de Don Juan quien cedió el espacio de su casa para que se oficiaren las primeras misas. Dicha fe la llevará siempre presente hasta su último aliento. Ya en Aregue atiende una pensión, vende comida, en su casa hacen pan para la venta, son tantos los quehaceres que realiza para lograr entre todos el sostenimiento del hogar. En 1.940 al casarse su hermana Carmen se viene a Carora, estableciéndose en Barrio Nuevo. Su espíritu de comerciante progresista no decae, al contrario se fortalece. En Barrio Nuevo abren una bodega y hará muchas amistades. Con Rodrigo Riera, Dimas el poeta y todos los que le conocen consiguen en él un gran amigo y un comerciante emprendedor, lo que le permite que sea conocido por don Pablo Arapé. Cuando el señor Arapé compra El Oasis empieza a trabajar con él. Paralelamente va haciendo inversiones propias logrando gracias a ese esfuerzo construir La Francia, lugar muy afamado de Carora. Luego comprará El Cine Bolívar, pero no obstante seguía trabajando con don Pablo Arapé por que manifestaba que quería mucho El Oasis. Cuando Don Pablo Arapé muere y ponen El Oasis en venta, reúne todos sus ahorros, quita prestado y lo compra. En sus relaciones amistosas cultiva amistad con Don Flavio Herrera y Don Octaviano Herrera a quienes tendrá como sus consejeros. ¿Cuál fue la calidad humana de Mon Meléndez?: Fue un ser extraordinario en su forma de ser muy solidario, muy apegado a sus seres queridos, familiares y amigos. Crió a su lado a muchas personas. Quienes acudían a él siempre se iban satisfechos con él. Un 26 de Abril de 1.999, fallece, a la edad de los 81 años, entregado a Dios y a la Virgen de Chiquinquirá, su amor más grande, y su gran devoción por San Antonio.
* Frase muy usada por Ramón Meléndez.
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